miércoles, 23 de junio de 2010

HUELE A GILIPOLLAS

Giras la llave y el coche arranca con un sonido tosco y sonoro, típico de una mecánica diesel vieja que hizo lo mismo sin rechistar durante los últimos diez años. El tacto del volante y el olor del coche son tan tuyos como el pellejo de tu cara o el tamaño de tus orejas; todo tan interiorizado que sientes que en lugar de un “electrodoméstico” como dice mi amigo David, estas en una extensión de tu cuerpo. Con vida propia y con unas capacidades que sobrepasan lo que tu carne débil y mortal no pueden hacer.

Al ser tan vago y estar tan acostumbrado a no dar ni chapa a la hora de buscar un acomodo al coche para aparcarlo, dejo todos los días subido a la acera de la entrada del trabajo. Si... ya se que es antisocial y que demuestra muy poco respeto por la libertad ajena. Sobre todo sé que es molesto: que les den por le culo. Yo ya estaba ahí antes de que llegara ninguno de ellos y no pienso cambiar de aparcamiento, salvo sanción administrativa de las fuerzas locales de seguridad.

En todo caso da igual, es mi coche y aparco como me sale de las narices. Me gané los galones y el privilegio de hacerlo así hace tiempo. Soy algo así como El Sargento Rolf Steiner en el frente ruso.

Al estar mayor el coche no tiene los amortiguadores en su sitio, a decir verdad mi barriga tampoco está en el suyo y sirve para hacer la digestión; eso si, con cuidado... igual que mi coche. Salgo marcha atrás y despacito pues la maniobra tiene peligro. Joder, son las seis de la tarde y huele a gilipollas.

Conducir por un polígono es a veces divertido, pero la mayoría de las veces es peligroso. Ponte en mi piel y conduce por una pista de carreras de asfalto atroz, donde el cada furgoneta es un McLaren y cada adelantamiento la octava curva del trazado de Turquía. Además de que tardas en salir, porque las comunicaciones son una basura. Toca atasco, humo, mal rollo y mala baba de animales irracionales con permiso de conducir que convierten cualquier gesto en desplante y malas caras en agravios solo saldables con la muerte.

Y es una pena, porque el ambiente que hay a la hora de la salida debería ser bueno, pero por mucho que pongas la radio no se empieza a arreglar hasta que enfilas la M-50 donde los 120 kilómetros por hora de límite de velocidad consiguen que la sensación de libertad se vaya acrecentando, de manera que en las retinas fijas otros horizontes, otros cielos y otros pensamientos. Que, sean los que sean, de vez en cuando se reducen a la expresión más soez del mundo, pues huele a gilipollas todavía.

Putos camioneros que van a 95 kilómetros por hora... Adelantando a camiones que van a 90 kilómetros. Nada más y nada menos. Una afrenta a los carbonillas que como yo solo tienen la mente para una tenue silueta de alta montaña que se dibuja en el horizonte de la carretera y que se confunde con las nubes grisáceas que anuncian tormenta de verano.

Y sigues al volante y se pierde tu alma en tareas que no hiciste en el trabajo y quedaron por hacer cuando suena el teléfono móvil y miras, siempre con disgusto, quién es y descubres que es tu Jefe que no se dignaba a responder las mil cuestiones que le has hecho esa semana y que ahora te llama para cualquier gilipollez. Si, no lo digáis. Huele a gilipollas el teléfono. Respondes sin ganas y alegrándote de que sea una estupidez y no un asunto importante... de esos que te amargan la salida del infierno y que te podrían devolver a la puta realidad al grito de:

- ¡Eh tú! ¿ Donde coño vas? ¡que aún te queda trabajo por hacer!. Anda date la vuelta que te voy a cantar las cuarenta... que te tenía un poco olvidado esta semana. Pero que lo voy a remediar.

Así que con esas es normal que te siga dando un tufo de gilipollas hasta bien pasadas Las Matas, momento en el que por muy metido que tengas el olor en las fosas nasales, la roca descarnada de las montañas que te van rodeando transporta la mente al mundo de Capricornio, aquella isla interior que decía la canción.

No habrá lugar mejor
no busques mucho más
Elige un buen rincón
y olvida lo demás.

No mires más allá
no está en mitad del mar.
Corónate y serás
tu rey particular.

De buenas a primeras llegas a la carretera de Moralzarzal y descubres mientras buscas con la mirada algún toro de Carmen Segovia que el olor a gilipollas desapareció por arte de magia. Sofocado por el calor de su ausencia bajas las ventanillas del viejo coche y el aire te deja K.O. Una sensación de libertad que hace trescientos metros de altitud no tenías. ¿ Cómo acababa el estribillo de la canción de Diego y Mikel?. Era...

Corónate y serás
tu rey particular.

Casarme, dejar de fumar y vivir en la sierra de Madrid han sido las cosas más inteligentes que hice en la vida. Si... ya lo se... tener hijos no es inteligente, es hermoso. Además no los tuve yo. Los tuvo mi mujer. Yo solo empuje con la ...

Saludos desde la madriguera de este conejo que os quiere.

2 comentarios:

  1. ¡¡Espectacular!! Sí señor!

    Se puede contar con mayúsculas, pero no mejor. ¿Cuál era email de tu señora?

    :)

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  2. Deberías añadir a tú lista de cosas hechas con inteligencia, la de crear este Blog. Neniño, que vivas en la Sierra y que tengas este Blog a mí me afecta ( pero para bien...) ¡Que te dure muchos años! ;)

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