lunes, 14 de febrero de 2011

Quince quesitos

Es como sentir que algo te falta para recuperar la risa. Yo trato de imaginarme que soy una caja de quesos en porciones de esas de dos plantas a la que le falta un quesito en la de abajo. Por eso cuando me observáis en el frigorifico de mi vida pensado que me conservo, lo que siento es que un trozo de mi se ha ido a tomar por culo y os escondo ese dato.

No es una sensación agradable... y lo más jodido es que de cara a los demás tienes pinta de que no te han quitado el precinto. Pero más allá del envoltorio, yo y el resto de quesitos sabemos que nos falta uno.

Quizá esta reflexión sea la traza de una pena negra que me inunda el alma esta fria noche de invierno serrano y que después de mucho tiempo madurándola he sabido asimilarla para poder pintarla en el lienzo de mi vida... a la manera del Conejo; o quizá solo quiero hacerme un abrigo de ella y quitarme el frío que me deja.

La verdad es que ha sido relativamente corto el tiempo que tardé en tomar conciencia de ella, pero si os aseguro que es el suficiente para que me la quede toda la vida. Formará una de esas bonitas cicatrices que te deja vivir con la frente bien alta en este puto mundo y que marcan el cuerpo... por fuera y por dentro. De las que un día te gustaría no haber tenido, pero que te hacen más fuerte.

Y de todas formas, siendo justo, son solo dieciséis las porciones que vienen de serie en el paquete. Así que con quince no se vive tan mal... y se pesa menos.

Se despide de vostros desde esta madriguera este Conejo que os quiere. Fuera hace mucho más frio.

Buenas noches.

1 comentario:

  1. Piensa que, la mente humana no guarda nada malo. Con un poco de perspectiva temporal, se te irá ese horroroso sabor a jamón de pavo de la boca...

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